Pareciera que el reloj ni llega a los tantos trescientos sesenta grados y ya está marcando con el dedo mayor de nuevo el doce, lo hace cada vez con más velocidad. Y la velocidad ya no entiende de segundos, es simplemente producir más: Un segundo, ¿cuántos productos?.
Una hora es dinero, el dinero consumo, el consumo la causa de la producción veloz. Ya el tiempo, entonces, sólo es dinero. Que no pertenece a nadie pero hace feliz a muchos.
¿Quién es Tiempo sin producción ni consumo si él es el dinero?.
La felicidad, que no hace la excepción del resto de las cosas del planeta, también está en el tiempo. ¿No tendremos una imagen difusa de ella?, ¿Qué es ser feliz?. No se podrá alcanzar ni obtener nada sin primero tener en claro qué es.
¿Será que hasta a ese simple hecho de sentir alegría cotidiana le buscamos precio como si se llenara con algún objeto de la producción veloz?.
“Consume, te hará feliz” es el mensaje implícito de la rutina obligada de hoy. No somos conscientes de esto, pero la obligación se siente sobre el lomo todos los días en una responsabilidad asumida: formar parte y ser cómplice de la producción veloz. Producir, acelerar el tiempo, acelerar la vida, ¿Dejarla pasar? Quizás lo haría si estuviera segura que después de ésta viene otra, pero no lo sé.
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