Las posibilidades no son dos

Qué ridícula esa búsqueda de seguridad cuando lo infalible te juega a la escondida sin avisar. Ahí te hallás, contando tiempo para encontrar alguna firmeza donde pisar. Mientras levitar. Como si la desorientación de la gravedad orientara a tu mente con alguna referencia coherente. No, están iguales, sabiendo claramente que nunca se van a encontrar. Busca a quien está buscando, hidratándose de desasosiegos con las gotas de sudor al errar.
Las sombras de los árboles cambian con el viento, y todas las consecuencias con la  relatividad, que tendría razón más seguido si no fuera tan fluctuante, si las certezas pudieran no ser tantas, o la cábala tan azarosa como tropezarse con una baldosa rota. O no tropezarse. Y aunque a simple vista parezca, las posibilidades no son dos. Son tan infinitas como la cantidad de caminos que podría haber tomado en los que no está esa baldosa, y todas sus combinaciones. Cuántas veces nos creemos que sólo podemos elegir entre dos, como si fueran los únicos números de la lotería, que por una cuestión de probabilidades, ganaría la mitad de la gente del mundo que juegue. Peor los que no se animan a arriesgar, y mejor que jueguen los que no son del mundo, nos desorientarían en cantidad. Ellos seguro que se toman distinto al azar, no creo que anden buscando causas por donde caminan, eso es propio de los terrestres, porque saben que con ellas hacen negocios, y hacen más para que sobre más. Pero eso no sirve, porque faltan sonrisas igual, que no se compran ni con las sobras ni con las ganancias. Porque no se compran. Se ganan en la lotería de las dos posibilidades, o te enseñan a reir, o te enseñan a gastar. Y aunque a simple vista parezca, las posibilidades no son dos. Puede que el azar jugando a la escondida encuentre cuales son, o puede que no. Y aunque a simple vista parezca, las posibilidades no son dos.
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