Debo confesar que hacía bastante que no disfrutaba de abundantes gotas pesadas resvalando hacia abajo sobre la piel ni la sensación de deslizarme sobre cosas impermeables como recién salida de una ducha de lubricante.
Fue la combinación de los pedales duros y la humedad en potencia que caracteriza a la ciudad.
Porque no había ni una "gota de aire", como dice la gente (sino equilibraba una y una).
Son hermosas sensaciones asquerosas.
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