Se suele estar, ya no tan en la orilla, contemplando la belleza del agua, cuando se siente esa sustancia de consistencia babosa entre cada uno de los dedos del pié, que sube sin verguenza, se desparrama un poco sobre el empeine cubriendo por supuesto las uñas y regalando un relajante masajeo fresco.
Con la imaginación se llega a la conclusión del color, y también de la identidad del susodicho.
Me encanta jugar con los pies en el barro.

0 que acotan:

Publicar un comentario